LA IGLESIA ES SU CUERPO

Para dar gloria al Padre, Cristo entrega a los suyos la vida eterna, la gloria misma que él recibe de su Padre, su condición filial; no sólo los salva y los une a él, sino que los une entre ellos y funda la Iglesia, que es su Cuerpo y su plenitud.

Procuraréis incesantemente penetrar en sus intenciones, apren­diendo de él, a amar a la Iglesia como él mismo la amó y se en­tregó por ella.

Esos son los puntos esenciales que Cristo comparte con vosotras; y así os da la posibilidad de estar con él, siempre y en todo lu­gar, a cada hora, a cada instante, haciéndoos descubrir que la santidad es, en todas partes, posible, urgente y fecunda. Vuestra vida de simples bautizadas no sólo no la excluye sino que, al contrario, crea su contenido; os ofrece las posibilidades, os per­mite escuchar la llamada que os abre algunas de las riquezas in­sondables de Cristo, forzándoos a considerar e imitar en él su vida de Hijo en condición humana.

Vuestra donación debe ser, por consiguiente, la entrada en su „sí”, sabiendo vivir por amor y hacer todo lo que agrada al Padre.

Extraído del documento «Intenciones Esenciales», escrito por nuestro co-fundador, el P. Perrin.

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