Este don (la Donación), realizado al nivel de la conciencia y de la libertad, no cambia en nada vuestra condición de laicas; su mejor signo es que no os incorpora a una comunidad de la que dependeríais como una parte en un todo, sino que os une a otras cristianas que tienen la misma vocación, sin cambiar en nada vuestra inserción en medios naturales y eclesiales. Agregándose a la santidad, os permite perseguir lo que es norma de ella.
Confiaréis este «sí» a Aquella que se identificó y cooperó más de cerca a la misión de su Hijo. Nadie mejor que María os puede iniciar en lo que debe ser una vida de total donación.
Vuestra donación es un impulso hacia adelante para asirse a Cristo y, como El y con El, aplicarse a agradar al Padre. ¡Que todos los días y a cada instante consigáis entrar en el «sí» del Señor!.
«A causa de él, todo lo tengo perdido…» (Flp. 3,8)
Dios no tiene otra sed que la de ser amado y vosotras no tenéis otra razón de vivir que la de amarle y hacerle amar.
Extraído del documento «Intenciones Esenciales», escrito por nuestro co-fundador, el P. Perrin.
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